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¿El Espíritu Santo promete sanar?

TRADUCIDO POR ANA MORENO. ARTÍCULO ORIGINAL AQUÍ.

Este blog es el primero de una serie de tres blogs sobre personas con atracción al mismo sexo (gay), el Espiritu Santo y La Iglesia. Aquí exploraremos formas dolorosas en las que cristianos, en la pasado, han usado al Espiritu Santo como un arma contra las personas con atracción al mismo sexo (gay). Después, responderemos tres grandes preguntas sobre las personas gay y el Espíritu Santo: ¿Las personas nacen con esta atracción (gay) o deciden ser gay? ¿Qué parte juega Dios en nuestra orientación sexual y por qué es así? ¿Nuestra orientación sexual puede cambiar?


Cuando personas gay oyen a un cristiano mencionar las palabras “homosexualidad”, “Espíritu Santo” y “sanación” juntas, éstos ya se imaginan lo que escucharan después… Muchas veces, a las personas gay, se les ha prometido que “si oran lo suficiente,” el Espíritu Santo los “hará heterosexuales”. Cuando sus atracciones a personas de su mismo sexo persisten, la Iglesia usa la Biblia como arma contra ellos.

Dios quiere ofrecernos algo mejor: una fructífera perseverancia, ante el sufrimiento.

¿Cómo es que Dios nos ha invitado a manejar nuestra sexualidad, y cuál es el rol del Espíritu Santo en ello? Quizás aún más importante: ¿Cómo ha llamado Dios a la Iglesia amar a las personas gay? ¿Y cómo es que el Espíritu Santo impulsa a la Iglesia a ser un lugar donde las personas que experimentan attracción al mismo sexo puedan pertenecer y crecer de acuerdo a la ética sexual cristiana ortodoxa?

Los cristianos han herido a las personas gay.

Hay mucho de lo que se puede hablar con relación a las personas con atracción al mismo sexo y el Espíritu Santo. Es importante profundizar y clarificar también algunas cosas, por ejemplo, sobre el cómo amar a las personas que viven esta experiencia tal como Jesús las amaría. Por muchas décadas, lo que todas las personas gay oyeron a través de la Iglesia era que la homosexualidad era una abominación, que ”la gente elige ser gay”, que “si oraras de verdad, Dios te haría heterosexual”, “la gente gay va al infierno”, y que tener SIDA era “el castigo de Dios por tener sexo gay”. Esto llevó a millones de cristianos LGBT+ a perder su fe o al hecho de terminar con su vida.

En el estudio más amplio sobre personas LGBT+ y la Iglesia, “Nosotros contra nosotros” (Us versus Us) de Andrew Marin, se revela que, de los 22.4 millones de personas LGBT+ en los Estados Unidos, 19.3 millones (86%) creció en la Iglesia. De éstos, 10.4 millones de personas LGBT+ han dejado la fe—esto es 54% de personas LGBT+ de las que crecieron en la iglesia– y en sus razones principales para dejar la fe, incluyeron experiencias personales negativas como los programas ex-gay.1 Sobre estas experiencias, podemos encontrar también que los adolescentes gay son cinco veces más propensos a intentar el suicidio que otros de su edad. Los jóvenes LGBT+ que dicen que la religión es importante para ellos son 38% más propensos a cometer suicidio que aquellos LGBT+ no creyentes de su misma edad, sugiriendo que las creencias religiosas homofóbicas incrementan la vulnerabilidad de los adolescentes hacia la depresión. Aunado a esto, adolescentes gay que vienen de familias altamente rechazantes2 son propensos a cometer suicidio 8.4 veces más que otros adolescentes gay. ¿Cómo es que lo todo lo anterior se relaciona con prácticas como “pray the gay away” (orar continuamente para que Dios cambie la orientación de alguien gay a ser heterosexual) en las Iglesias y centros de consejería? Lo que sucede es que, la solución principal que las Iglesias y terapeutas ofrecieron a las personas gay durante la segunda mitad del siglo pasado fue una falsa esperanza diciendo que “si se intentaba lo suficiente, la orientación sexual de éstos podía cambiar”. Se les prometía que “Dios es bueno”, que “Él los ama”, y que “Él los sanaría si ellos hacían su parte”. Cuando el cambio esperado no ocurría, su esperanza por el futuro y su fe en Dios terminaba por colapsar.

Lo anterior trae tres grandes preguntas: ¿Las personas nacen gay o eligen ser gay? ¿Cuál
es la parte que Dios juega en ello? ¿Puede cambiar la orientación sexual?

1. ¿Las personas nacen gay o eligen ser gay?

Quiero ser claro desde el inicio: Yo nunca elegí ser gay — esto es, nunca elegí experimentar atracción al mismo sexo, y aquellos de ustedes que son heterosexuales nunca eligieron sentirse atraídos a personas del sexo opuesto. ¿Elegimos entonces, cómo responder a nuestras atracciones? ¡Sí! Pero nadie eligió su orientación sexual (esto es, un patrón duradero de atracciones por el sexo opuesto, el mismo sexo, ambos sexos o a ninguno de los sexos [con “ninguno de los sexos” refiere a las personas que viven una experiencia “asexual”]).

Ahora, sobre la segunda pregunta: ¿La gente nace gay? Antes de ir más adentro, reflexionemos sobre por qué esta pregunta es tan importante. Muy comúnmente, muchos argumentan que, si la gente naciera gay, entonces deberíamos asumir que Dios pretende que la gente sea gay. Entonces, si Dios pretendiera que la gente fuera gay, Él debería apoyar a esa gente a seguir esos deseos que les han sido dados por Dios hacia el tener relaciones monógamas con personas de su mismo sexo. Entonces, ¿la gente nace gay?

Un estudio científico de gemelos idénticos donde sólo uno es gay, lesbiana o bisexual encontró que el 52% de las veces el otro gemelo también resultaba ser gay, lesbiana o bisexual. Sin embargo, así como el estudio iba replicándose, ese número osciló con el tiempo del 48% al 65.8%, y luego bajó a 11% y 7.7%. Veamos. Si el desarrollo de atracción al mismo sexo fuera determinado genéticamente, este numero sería 100%. Es entonces, que los resultados anteriores demuestran que la atracción al mismo sexo no se determina genéticamente pero sí está genéticamente predispuesta. Aquí, la frecuencia de atracción al mismo sexo es más alto entre ambos gemelos cuando uno de ellos experimenta esta atracción, que entre la población general. Los científicos han estudiado también los niveles hormonales en el útero buscando descubrir una relación entre hormonas prenatales y la orientación sexual. Estos científicos llegaron a conclusiones similares a los estudios con gemelos: las condiciones en el útero pueden predisponer a una persona a cierta orientación sexual, pero no determinan dicha orientación.

A través del espectro ideológico, el consenso de los científicos es que la genética, las hormonas prenatales y el contexto social contribuye al desarrollo de la atracción al mismo sexo. Mientras los científicos creen que el contexto social contribuye, en parte, al desarrollo de una orientación sexual, no hay evidencia que apoye teorías comunes como el hecho de que experimentar un abuso sexual o una mala relación con un padre (o madre) lleve a desarrollar atracción al mismo sexo.

Como resultado, concluiríamos que nadie nace gay: la evidencia científica no respalda la afirmación de que la orientación sexual esté determinada biológicamente. Pero incluso, si nos convencemos de que la orientación sexual está determinada biológicamente (o sea, si alguna “avalancha” de nuevas investigaciones pesara más que los resultados consistentes de décadas de investigaciones sobre el desarrollo de la orientación sexual), incluso si ese fuera el caso, eso no significa necesariamente que Dios quisiera que la gente fuera gay. Las intenciones de Dios no son una cuestión científica; son son cuestión teológica.

La ciencia no puede responder a la pregunta de las intenciones de Dios, pues ninguno de nosotros somos como Dios nos había pensado en el comienzo. Ninguno de nosotros nacimos como Dios imaginó, que seríamos en un inicio—todos fuimos corrompidos a nivel genético antes de nacer, formados de manera “rota” en el útero y rápidamente fuimos dañados por el mundo “roto” en el que nacimos. Ninguno de nosotros hoy somos como Dios quiso que fuéramos originalmente. Entonces, ¿nacemos gay o elegimos ser gay? Yo digo que ninguna. Mejor dicho, nadie nace gay (genéticamente determinado a experimentar atracción por personas de su mismo sexo) ni nadie elige ser gay (experimentar atracción hacia personas del mismo sexo).

2. ¿Qué parte ha jugado Dios en esto y por qué?

¿Acaso Dios hizo a la gente gay? ¿Es que Dios le dio a la gente una mente “depravada”? ¿Permitió Dios simplemente que la gente fuera gay? ¿Entonces Dios tuvo nada que ver en el desarrollo de la orientación sexual?

Santiago 1:13 nos enseña que Dios no les pone “trampas” a sus hijos. Los fallos que hay en nuestras vidas y que conducen a la tentación, no son parte del diseño de Dios. Luego Romanos 1:26-27 habla específicamente de la atracción hacia personas del mismo sexo. Estos versículos del libro de Romanos no sólo señalan la naturaleza pecaminosa de la actividad sexual entre personas del mismo sexo. Pablo va más allá al sugerir que, los deseos sexuales entre personas del mismo sexo en sí, no son lo que Dios pretendía: los deseos están “rotos”. Todos estamos “rotos” y ninguno de nosotros muestra la sexualidad exactamente como Dios la planeó inicialmente; todos estamos corruptos a nivel genético y todos crecemos en este mundo “roto”.

Sin embargo, Dios permitió que las personas sintieran atracción por personas de su mismo
sexo.
No podemos negar que existen las personas gay (o personas que viven attracción a su mismo sexo). Entonces, ¿por qué Dios permitió que se desarrollara la atracción hacia personas del mismo sexo? En términos más generales, ¿por qué Dios permite que las rupturas o “fallas” persistan en cualquier parte de nuestras vidas? La pregunta: “Dios, ¿por qué permites que sucedan cosas malas?” no es exclusiva de la conversación sobre sexualidad y merece más discusión de la que este artículo puede brindarnos.

Finalmente, no sabemos por qué Dios permite que las personas desarrollen atracción hacia el mismo sexo. Pero podemos encontrar consuelo en las palabras de Romanos 8:28: “Y sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, los que han sido llamados conforme a su propósito”. Dios es fiel para redimir toda “ruptura” o “quebrantamiento”falla” para nuestro bien y para Su gloria.

3. ¿La orientación sexual puede cambiar?

La limitada investigación de alta calidad demuestra que sólo 3-4% de gente que participó en los esfuerzos de cambio de orientación sexual, experimentó algún cambio en su atracción hacia el mismo sexo; aun así, estos resultados provienen de autoinformes que no pueden verificarse. Es necesario decir, por otra parte, que las Sagradas Escrituras no prometen el alivio permanente sobre ninguna tentación en esta vida. No existe una combinación comprobada de disciplinas espirituales o consejería que ayude a lograr estos cambios.

Entonces, ¿tiene Dios el poder de eliminar permanentemente las atracciones hacia el mismo sexo de una persona y poder para colocar en ella fuertes atracciones hacia el sexo opuesto? ¡Ciertamente! Pero Dios elige hacer esto con tan poca frecuencia que orar esperando este cambio puede ser peligroso. La probabilidad de que las atracciones cambien, aunque sea un poco, es la misma que la de ingresar a Harvard, convertirse en millonario o jugar béisbol en la prepatoria (bachillerato) y eventualmente convertirse en profesional (esto es, una probabilidad altamente incierta). Entonces, ¿sería prudente orar por esas cosas esperando que sucedan?

¿Qué sucede cuando tu fe en Dios, tu creencia en que “Dios es bueno” o tu creencia en que “Dios te ama” depende de si ingresas a Harvard, de si te vuelves millonario o de que tus atracciones hacia el mismo sexo cambien?

No hay investigaciones suficientes sobre la efectividad y el daño que pueden generar los esfuerzos de cambio de orientación sexual que se han llevado a cabo en Iglesias y centros de consejería. A partir de la investigación limitada y la información anecdótica consistente, el daño frecuente de los programas “ex-gay” parece superar los beneficios que pocos experimentan. Además, la búsqueda de cambios es innecesariamente arriesgada: Los cristianos LGBT+ no necesitan cambiar sus atracciones para pertenecer y prosperar en nuestras iglesias de acuerdo con una ética sexual tradicional. Basados en esto, parece prudente advertir a las personas, especialmente a los adolescentes y adultos jóvenes, que no busquen cambiar sus atracciones. Más bien, deberíamos preguntarle a Dios cómo quiere redimir esas atracciones rotas para Su gloria.

¿Cómo se preocupa el Espíritu Santo por las personas gay?

Entonces, si a las personas con atracción al mismo sexo no se les promete que el Espíritu Santo “cambiará” sus atracciones al mismo sexo en atracciones hacia el sexo opuesto, ¿qué sigue? ¿Qué se les promete a los cristianos con atracción a su mismo sexo? ¿Cómo llama Dios a estas personas a manejar su sexualidad y cuál es el papel del Espíritu Santo en esa ello?

Exploraremos estas preguntas y más en el segunda parte de nuestra serie de tres blogs sobre las personas con atracción al mismo sexo (gay), el Espíritu Santo y la Iglesia. ¡Permanezcan atentos!

¿Hay algún líder o miembro de tu iglesia que esté teniendo dificultades con estas preguntas? ¿Estas personas continúan respondiendo a estas preguntas de una manera en la que dañan a las personas gay? ¡Nos encantaría ayudar a que tu iglesia se convierta en un lugar donde las personas con atracción al mismo sexo puedan pertenecer y prosperar de acuerdo con una ética sexual histórica! Escríbenos a info@equipyourcommunity.org para aprender más.

  1. Programas ex gay: Organizaciones, retiros, conferencias y campamentos que afirman que la orientación sexual de una persona puede cambiar de homosexual a heterosexual a través de esfuerzos de cambio de orientación sexual, como la terapia de conversión y la oración.
  2. Familias altamente rechazantes: Las características de las familias altamente rechazantes pueden incluir: insistir en que un niño puede ser “curado” de su atracción hacia el mismo sexo, obligar a un niño a asistir a un programa ex-gay, obligar a un niño que experimenta atracción hacia el mismo sexo a mudarse de la casa, rechazar a un niño independientemente de si el niño participa en actividades sexuales con personas del mismo sexo, insultos, avergonzarlo, restringir el acceso del niño a amigos o a cosas que él posee, violencia física hacia el niño y más.

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